En este momento estás viendo Amor más allá de la muerte.

Amor más allá de la muerte.

Este mes de Noviembre muchas personas y familias van al cementerio a honrar a sus seres queridos difuntos, y a orar por ellos.

Hace ya unos años descubrí que un hombre cada 21 de marzo publicaba en el periódico EL PAÍS una esquela muy especial dedicada a su mujer fallecida. Está es su historia.

José Luis Casaus y Elena Lupiañez se conocieron en 1986. Ella era periodista, formó parte del equipo fundador del diario EL PAÍS, y trabajaba en su área de publicidad. Y él era portavoz del partido político Izquierda Unida. Apenas un año después, nacieron sus hijos Boris y Yuri, que «son gemelos idénticos, y tienen nombres rusos porque fueron concebidos en un viaje que hicimos a la ciudad de San Petersburgo, cuando todavía se llamaba Leningrado», relata José Luis.

En 1994, Elena, con cuarenta años, falleció de un cáncer de pulmón. Los gemelos, (que entonces tenían 6 años),  «apenas tienen un recuerdo» de su madre. «En los últimos tiempos de la enfermedad tuvieron poco contacto, porque ella no quería que vieran su deterioro siendo tan pequeños. Esto fue lo que más le torturó al final de su vida: que sus niños, tan pequeños, se quedaran sin madre», recuerda Casaus.

Pero él estaba allí, dispuesto a sacar adelante a los hijos de ambos. Además, quería mantener vivo el recuerdo de aquella relación amorosa que se había visto dramáticamente interrumpida, y encontró la forma de hacerlo redactando una breve esquela. En una primera entrevista declaraba: «No somos creyentes y soy consciente de que es una nota a la nada, salvo a su recuerdo, que sí existe». Y unos años después, en otra entre-vista decía: «Creo que se lo debo. Se lo envío a su recuerdo, a la nada. Necesito explicarle qué hay de sus hijos, cómo andan».

Desde el año 1996 (segundo aniversario de la muerte de su esposa), cada año, el día de su fallecimiento (21 de Marzo), José Luis ha publicado una esquela para honrar su recuerdo. Esto no es nada raro, lo hace mucha gente; pero lo que sí resulta curioso es que haya utilizado este medio para redactar una cariñosa, ácida y divertida minicrónica. Y explica el tono empleado en los textos de la siguiente manera: «Que una persona se vaya tan pronto es nauseabundo, pero con esta tradición pretendo quitar hierro a la tragedia. Por eso hablo en las esquelas de temas serios con un toque de humor».

En 2019 José Luis no publicó la esquela. Pero ante el revuelo que se armó en las redes sociales, decidió llamar al programa “Las Mañanas” de Radio Nacional de España para explicar: «Si por mí hubiera sido, lo seguiría haciendo. Pero mis hijos me han pedido que las deje de publicar». Y añadía: «Los protagonistas son ellos. Ella les conoció poco, la pobre. Así que han dicho que no, que basta».

Actualmente, Boris y Yuri, tienen más de 30 años, han estudiado Administración y Gestión de Empresas, trabajan, y viven con sus respectivas parejas. Y José Luis Casaus, el padre, y autor de las veinticuatro esquelas-cartas de amor, vive en Argentina

Contenido de las esquelas

En algunas esquelas José Luis hablan de los progresos cognoscitivos de sus hijos haciendo referencias al futbol, a la lectura o a la música.

Hay otras esquelas en las que menciona versos de Pablo Neruda o de Pedro Salinas, y a través de las cuales José Luis da gracias a su mujer por el legado de amor que le ha dejado en sus hijos.

En algunas esquelas, Casaus se hace eco de hechos sociales relevantes que afectan al devenir de nuestro país, y expresa su opinión. Así, en la que aparece a continuación se muestra contrario a la decisión del gobierno de apoyar a Estados Unidos y el Reino Unido en la invasión de Irak.

En esta otra expresa su rabia e impotencia por los atentados yihaidistas que acababan de tener lugar en Madrid.

Y en esta, juzga de “infame” la reforma laboral que se disponía a realizar el gobierno, y que iba a afectar de lleno a “a la generación de Boris y Yuri”.

Pero en la mayoría de las esquelas, José Luis cuenta -con humor y desparpajo- cómo sus hijos van creciendo sanos y con un apetito voraz; y como les involucra en la cocina y otras tareas doméstica.

En la de 2014, cuenta el gusto que empiezan a mostrar los chicos por la cerveza negra, y que tienen pareja.

Por la publicada en 2015, sabemos que Casaus está a punto de jubilarse, y los hijos se van a emancipar. 

P.D. Tu madre ha fallecido este 8 de marzo y la yaya Conce el día 15

Al año siguiente, alaba las cualidades morales que muestran sus hijos, y que él considera que han heredado de su madre.

En la última esquela, (publicada marzo del 2018), José Luis se muestra orgulloso de sus hijos porque han secundado la multitudinaria manifestación «por la igualdad de mujeres y hombres», y se despide con un: «Hasta siempre Elenita». 

Aspectos que reflejan las esquelas

En primer lugar; una lectura rápida de las esquelas nos permite apreciar que el autor utiliza siempre el mismo género: el género epistolar.Pero lo hace con un estilo muy personal: Cada esquela es un micro-relato o micro-crónica. Preguntado en cierta ocasión por esa capacidad suya para sintetizar, José Luis respondió: «Escribo tuits antes de que se inventaran los tuits». Además, a través de cada micro-relato –y haciendo uso de un tono entre guasón y poético- Casaus entrelaza acciones significativas de sus hijos con algún acontecimiento (familiar, social, cultural o político) importante ocurrido durante el año. Esta combinación permite al lector sentirse cerca de José Luis.

En segundo lugar, una lectura atenta de las veinticuatro esquelas nos permite acercarnos de la personalidad de su autor, y conocer:

  • Sus aficiones. Unas aficiones en las que inicia a sus hijos: el futbol, la lectura y la música. Incluso revela sus preferencias: el Real Madrid, El Quijote, las obras músicales John Coltrane, Nikolái Rimski-Kórsakov y Compay Segundo, la obra literaria de Borges y de Bioy Casares o la novela “Vida y destino” de Vasili Grossman. En una entrevista, José Luis confeso que las aficiones «casi siempre reflejan gustos que teníamos en común Elena y yo».
  • Su humor irónico se refleja en muchas de las esquelas. Por ejemplo, en las redactadas entre los años 2015 y 2017 cuenta que «los fulanos», (refiriéndose de forma cariñosa a sus hijos), “han volado del nido; pero no gano para tupperwares”; pues “se han independizado, pero no de mi bolsillo», y cita la letra de una milonga de Alfredo Zitarrosa: «Puedo enseñarte a volar pero no seguirte el vuelo» con la que anuncia la próxima emancipación de sus hijos.
  • Su mirada atenta a la realidad, y espíritu crítico. Ya he expuesto esto cuando he comentado las esquelas en las que Casaus habla de la invasión de Irak, los atentados yihaidistas en Madrid o la reforma laboral[1]
  • Su talante de padre cercano y educador atraviesa -con distintas modulaciones- las veinticuatro esquelas. Pero hay siete que permiten apreciar esto de una manera muy significativa:

José Luis redacta esta esquela el año 1997. Sus hijos tiene 9 años, y él lleva ya tres años acompañándoles sólo en su iniciación a la vida. Sin embargo, se muestra entusiasmado con los progresos que Boris y Yuri hacen en el campo intelectivo (lectura y imaginación); y de los cuales él es testigo.

Casaus es consciente de que la vida deparará a sus hijos desprecios, ingratitudes,… y otras adversidades. Como padre bueno sufre –anticipadamente- por ello. Pero como padre responsable que –también- es, sabe que no puede evitárselo. Tiene –por tanto- que prepararles para la vida; pero no darles recetas. Y así lo expresa en la esquela XXIII, donde cita la letra de una canción del cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa: “Puedo enseñarte a volar, pero no seguirte en el vuelo”

Boris y Yuri tienen 17 años, y han sufrido la muerte de una persona cercana y querida. Su padre considera que, aquello que no pudieron experimentar cuando falleció su madre porque eran muy pequeños, ahora lo han vivenciado con toda su fuerza y dramatismo.

No obstante, y como adolescentes que son, José Luis es testigos de cómo sus hijos se dejan seducir por una cultura ruidosa y banal. Él, como padre, trata de luchar contra todo eso, y recurre a aquellas piezas de jazz que compartían con su esposa, y se las pone. Es una música que permite reflexionar en silencio y disfrutar juntos. 

A José Luis no sólo le preocupa la marcha de sus hijos en los estudios. También le preocupa que colaboren en las tareas de casa (poniendo la mesa, cocinando, planchando, fregando, etc). Quiere compartir vida y hogar con ellos, y trata de prepararles para la vida, y de que puedan ser felices un día con sus respectivas parejas. Al mismo tiempo, muestra paciencia, y positividad, sobrellevando con humor los fallos que conlleva todo proceso de aprendizaje.

Por otra parte, y como podemos apreciar en la última esquela[2], sus hijos (que tienen 30 años) acaban de participar en la Manifestación del 8 de Marzo a favor de la igualdad de mujeres y hombres. Y podemos visibilizar, de alguna manera, aquello en lo que el padre apoyado, en el recuerdo de su mujer, les han educado.

Casaus ha ido fomentado en sus hijos la afición por la lectura y la música. Pero estamos en 2009, sus hijos tienen 21 años, y la sugerencia cultural que les hace (leer una larga novela) cae en saco roto porque la oferta cultural que les ofrece la televisión (un concurso), que les resulta mucho más atractiva. El tono de humor irónico que destila el texto, refleja que José Luis se siente contrariado, y un tanto decepcionado.

Recoge el reto al que hoy se enfrentan todos los padres que se toman en serio la tarea educativa. Y, además, nos lleva a preguntarnos ¿si esto le pasa a un padre que acompaña de cerca a sus hijos, que será de aquellos hijos que carecen del debido acompañamiento?

Ciertamente, las propuestas culturales que ofrece la televisión y las redes sociales son muy atractivas; pero su consumo continuado lleva a malgastar el tiempo, a que la persona se aísle, y a que desarrolle hábitos poco saludables. Frente a esto, las propuestas culturales que pueden ofrecer los padres son sencillas. Pero cultivadas en el seno de la familia de manera continuada favorecen las habilidades sociales de cada uno de los miembros, promueve hábitos saludables, y terminan arraigando.

Boris y Yuri tiene 26 años, y llevan a sus novias a casa. Es un detalle que nos habla de la confianza que los hijos tienen con su padre, y de la naturalidad con que el padre vive la relación de sus hijos con sus novias.

Estamos en 2015, y Boris y Yuri tienen 27 años. Por lo que cuenta su padre, podemos deducir que están trabajando en Madrid durante la semana; y los fines de semana vuelven a Barcelona, a la casa familiar, para estar con él, y para proveerse de los tuperwares y fiambreras que José Luis (a punto de jubilarse) les ha cocinado para que coman a lo largo de la semana en Barcelona. 

El hecho evidencia tanto la labor responsable y amorosa del padre, como la realidad sociológica de muchos jóvenes que, desde los años 90 del pasado siglo, todos los viernes por la tarde, vuelven de la capital de provincia donde trabajan a la casa familiar trayendo la ropa sucia y los tuperwares vacíos. Están con los padres, y vuelven el domingo por la noche a la ciudad donde trabajan durante la semana con ropa limpia y tuperwares llenos de comida.

El amor como motivación de su vida

Como podemos apreciar todas las esquelas tienen un carácter epistolar, y están dirigidas a su esposa fallecida con el apelativo cariño: “Elenita”. En todas hay referencias al discurrir de la vida de los hijos. Y en muchas, hay aficiones literarias y musicales que habían compartido juntos; y que ahora José Luis trata de transmitir a sus hijos.

Pero hay tres esquelas que plasman -de una manera muy clara- su amor hacia Elena, y como lo vive en sus hijos. Estas esquelas son:

Ciertamente, todas las esquelas muestran –de una u otra manera- este amor de José Luis hacia su mujer fallecida. Un amor que, además, le sirve de motivación para criar y educar a los hijos de ambos, y para mantener vivo el recuerdo de ella, «explicándole –anualmente- qué hay de sus hijos, cómo andan».     

Amor más allá de la muerte de la persona amada

Ya hacia el año 52 de nuestra era, el apóstol Pablo afirmó que el amor auténtico «no pasa nunca» (1 Co 13,8). Y en siglo XVII, Francisco de Quevedo publicó un poema titulado Amor constante más allá de la muerte, que dice así:

Cerrar podrá mis ojos la poestrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
·
mas no, de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.
·
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado,
serán ceniza, más tendrá sentido,
polvo serán, más polvo enamorado.

Como podemos apreciar, el gran escritor del Siglo de Oro español confiesa que a pesar, incluso de la muerte, el amor del amado por su amada continuará encendido, pues habiéndose transfigurado el cuerpo en polvo, será “polvo enamorado”.

A lo largo de la historia, han sido muchas las personas viudas que han vivido este amor por su pareja más allá de la muerte. El testimonio de José Luis Casaus no es el primero, ni será el último. Pero, a través de sus veinticuatro esquelas-cartas de amor dirigidas a su esposa fallecida, nos deja una prueba evidente de que esto sigue ocurriendo hoy.

¿Y tras la muerte de los dos?

Sin embargo, José Luis va más allá. En una entrevista, reconocía que «no es creyente»  y que sus esquelas-cartas de amor son «notas a la nada, salvo a su recuerdo, que sí existe» en él.

Afirmar esto supone dos cosas:

  1. Aceptar que todo nuestro complicado proceso de concepción, nacimiento, crecimiento, educación, experiencias, relaciones, fatigas, sufrimientos… con la muerte se precipita en la nada. En esta tesitura, la vida o es una pasión inútil (Sartre), o un absurdo trágico que debemos vivir con responsabilidad, y al que cabe encontrar algún sentido (Camus).
  • En el mundo antiguo, los griegos creían que una persona moría definitivamente cuando nunca era recordada, cuando nadie en la tierra pronuncia su nombre. Pero hay algo más. En una obra del mundo clásico, un personaje le pregunta a otro: «Oyes, tu ¿qué crees que queda de los muertos?». Y el otro le contesta: «De los muertos queda lo que cuenta los vivos». A lo cual, el primero le objeta: «Pero esos también morirán. Y si sólo somos recuerdo en el corazón de otros mortales, somos muy poca cosa». Hoy, sabemos que la inmensa mayoría de las personas una vez fallecidas, en apenas dos generaciones, son olvidadas.

Por tanto,José Luis trata de mantener vivo el recuerdo de Elena, aun cuando tiene la certeza de que dicho pulso está perdido de antemano. Sin embargo, él lo ha mantenido; por lo menos, durante 24 años.

Me admiran su amor y su lucidez, así como su lucha inútil contra el olvido y la nada; pero me plantea preguntas. Si con la muerte perece todo de cada uno de nosotros, y al final perecemos todos, ¿el bien y el mal no acaban sumidos -por igual- en el vacío? ¿y la historia de cada persona y de la humanidad no quedan desprovistas de todo posible valor y sentido?


[1] Ver esquelas correspondientes al IX, X y XIX Aniversario de la muerte de Elena Lupiañez Salanova, pp.  3-4

[2] Ver esquela del XXIV Aniversario de la muerte de Elena Lupiañez Salanova, p. 6

[3] Los subrayados son míos