Cada año, el día 1 de Enero se celebra la Jornada Mundial por la Paz. Fue instaurada por el Papa Pablo VI el año 1968, y se ha ido consolidando como una jornada de reflexión y de propuesta de acciones concretas a favor de la paz en el mundo.
Y cada año, el día 30 de Enero se celebra el Día Escolar de la No-violencia y la Paz. Con este motivo en muchos colegios e ikastolas, los docentes desarrollan distintas actividades con los alumnos.
Como podemos apreciar, cada año, el primer mes nos invita a todos a trabajar a favor de la paz.
Pero, ¿valoramos la paz? ¿Qué hacemos para cuidarla en nuestros ambientes de familia, vecinos, trabajo,…?
Según el Instituto para la Economía y la Paz (IEP, por sus siglas en inglés), con sede en Australia, hemos comenzado el año 2025 con 56 conflictos armados en el mundo, una cifra que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Además, en estos conflictos están involucrados 92 países, lo cual hace que muchos de ellos sean internacionales.
De estos 56 conflictos armados, los que más preocupan son: el de Israel con Palestina, el de Rusia con Ucrania; los conflictos internos en Yemen, Sudán del Sur, Burkina Faso y la República Democrática del Congo; las situaciones inestables que se dan en Libia, Somalia, Nigeria y Siria; la reclamación histórica de China sobre Taiwan, y la tensión generada a lo largo del año pasado por parte de China con las maniobras militares y otras acciones coercitivas llevadas a cabo frente a la costa de Taiwan; y el conflicto comercial entre Estados Unidos y China, que con la presidencia de Trump parece que puede ir a más.
Pero como no quiero aburrir con datos, ni gastar el tiempo con especulaciones que no lleven a nada, voy a intentar otro camino.
Estamos en la era de la imagen; y hay –además- un refrán que dice: “Una imagen vale más que mil palabras”. Por todo esto, te invito a reflexionar –sobre las guerras y los conflictos, y la necesidad de ser artesanos de paz en nuestros ambientes diarios-, utilizando unas imágenes.
Doce imágenes con su historia, y las reflexiones que me han inspirado
La imagen pertenece a un video que fue grabado en la ciudad de Górlovka (perteneciente a la región de Donetsk, y controlada por tropas prorrusas), unos días antes de comenzar la invasión de Ucrania por Rusia. Pero en muchos programas de noticias de todo el mundo se presentó como un video que había sido grabado en Ucrania, y mostraba a un padre se despedía de su hija y su mujer, que salían en autobús para Europa; mientras él se quedaba para combatir en el frente. Cuando lo cierto era que la niña y la madre partían para Rusia; y él se queda para combatir con los rusos en la región de Donetsk.
He elegido esta fotografía por tres motivos: 1) Los relatos se empiezan a elaborar antes de que estallen los conflictos. 2) Quienes elaboran los relatos tratan de predisponer al escuchante o al espectador de su parte, juegan con sus sentimientos. 3) La imagen muestra a un padre llorando. Llora porque la separación de su hija y de su mujer no es querida; sino forzada. Y llora porque tiene miedo de que la separación pueda ser definitiva. Esta es la verdad intrínseca que esconde toda guerra, todo conflicto: separa personas y familias, altera proyectos de vida, y genera sufrimiento y muerte. Es más, terminado el conflicto o la guerra, las personas y las familias ya no son las mismas.

La fotografía fue tomada el 5 de marzo de 2022 a las afueras de Kiev (Ucrania), cuando la población civil -que huía cruzando el río Ispin- se vio sorprendida por un bombardeo.
Un informe de la ONU publicado en 2018 señalaba que “los civiles son las víctimas principales en muchas de las guerras y conflictos actuales”. En estas guerras y conflictos el efecto sorpresa impulsa –por lo menos a una de las partes contendientes- a atacar los centros neurálgicos de las ciudades (como son puertos, aeropuertos, puentes, carreteras, hospitales, mercados centrales de abastecimiento de alimentos, entidades que abastecen de agua potable a la población, etc.), y que se encuentran en poder de la otra parte. Estas acciones se realizan con el fin de crear conmoción y desmoralizar al enemigo; pero muestra –al mismo tiempo- una gran crueldad, y un desprecio hacia las leyes humanitarias internacionales. El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, ha denunciado –en repetidas ocasiones- el hambre, la violencia sexual, el ataque a trabajadores humanitarios, y a instalaciones sanitarias como nuevas y terribles armas de guerra.

Inas Abu Maamar de 36 años estrecha el cuerpo envuelto en una sábana blanca de su sobrina Saly de 5 años que ha muerto, junto a su madre y su hermana, cuando un misil israelí alcanzó su casa en la franja de Gaza (Palestina).
He elegido esta fotografía porque su autor muestra una gran sensibilidad y respeto a la hora de componerla; y -a su vez-comunica con fuerza la tristeza y el dolor que provoca la muerte de un inocente en cualquier conflicto.

Empleados de emergencia y policías trasladan en camilla a una mujer embarazada de un hospital materno infantil que acaba de sufrir un ataque aéreo a otro centro médico, en Mariupol (Ucrania). La mujer se llamaba Iryna Kalinina, tenía 32 años, y en el ataque aéreo resulto herida en la pelvis. El niño nació muerto, y media hora después falleció la madre.
La imagen nos muestra como en las guerras y conflictos, los seres humanos son capaces de lo peor y de lo mejor: son capaces de generan destrucción, desamparo, sufrimiento y muerte; y son capaces –también- de llevar a cabo grandes gestos de humanidad y heroicidad.

Esta mujer era conocida en Alepo (Siria) como «la francotiradora», o por su nombre de guerra, “Guevara”. Sin embargo, antes de empezar la guerra su nombre era Fátima, tenía 36 años, estaba casada, tenía dos hijos: una niña de diez años, y de un niño de siete; y era profesora de inglés en un colegio. Cuando comenzó la guerra, allá por 2011, sus hijos le preguntaban que estaba sucediendo, y ella les contestaba diciendo: “No os preocupéis. Estamos vuestro padre y yo para protegeros y defender vuestro futuro”. Pero un día que ella y su marido no se encontraban en casa, sus hijos murieron víctimas de un ataque aéreo llevado a cabo por ejército de Bashar el Assad.
Después de aquel terrible suceso, esta mujer siria de origen palestino contactó con el Ejército Libre Sirio, aprendió a disparar y a manejar un rifle de largo alcance y alta precisión, se entrenó en un campamento militar de Hamas en el Líbano, y desde principios del 2013 hasta este pasado Diciembre ha combatido como francotiradora, y dada su experiencia, ha terminado liderando un grupo de 30 hombres. A lo largo de todo este tiempo, esta mujer se separó de su marido, que admiraba su valor; pero cuestionaba su sed de venganza, y se ha casado con otro.
He elegido esta imagen y esta historia porque como he oído decir a varios reporteros de guerra: “¡La guerra mata todo! ¡Hasta la inocencia!”

Oula, y Ahmad, son dos niños sirios, que con su madre llegaron al campo de refugiados de Za’atari (Jordania) en 2015, después de andar durante casi doce horas. Y lo que parecía algo temporal se ha ido convirtiendo en permanente. La vida en este campo de refugiados ha sido muy dura. Za’atari ha llegado a acoger a más de 80.000 personas. Desde que se abrió el campo, hace doce años, muchos niños y ancianos han muerto porque los médicos que había eran insuficientes; y –además- carecían de los medios necesarios. Por otra parte, los habitantes del campo deseaban buscar alguna manera de ganarse la vida para mantener a sus familias; pero al ser refugiados sólo se les ofrecían pequeños trabajos en negro. Han sobrevivido gracias a la ayuda humanitaria ofrecida por las ONG´S. Una ayuda que sufría dos repartos: cada semana las autoridades hacían un reparto entre las familias; y estas a su vez compartían su reparto con otra familia más grande o que tenía alguno de sus miembros enfermo.
La guerra en Siria ha terminado, y algunas familias han emprendido el viaje de vuelta a sus pueblos y ciudades; pero la mayoría aún siguen en Za’atari. Hay muchas mujeres viudas con huérfanos a su cargo, cuyas casas han sido destruidas durante la guerra, y que carecen de trabajo y medio de vida.
La imagen y la historia refleja la situación en la que se encuentran más de 30 millones de hombres, mujeres y niños que hoy viven desplazados y refugiados en el mundo. Un día tuvieron que huir de su casa y de su tierra bajo el estruendo de las armas, y hoy sus vidas se encuentran en “standbay”. Viven hacinados en campos, compartiendo tiendas confeccionadas con lona y plástico. Sin intimidad, sin papeles, y sin trabajo. Viven de la caridad internacional, y sin saber por cuánto tiempo se prolongará su situación. En palabras del escritor Eduardo Galeano (1940-2015) son “los nadie, hijos de nadie, y dueños de nada”. Piensan, aman y sufren como nosotros; pero no existen a los ojos del mundo. Sus vidas son tan preciosas como las de los demás; pero pocas personas se dignan mirarles, y tenderles la mano para que puedan salir de su nada doliente.

Con este cuadro del pintor mejicano Alfredo Rodríguez, que se ha dedicado a recrear la vida y costumbres de los indios y exploradores del Oeste americanos, quiero relatar la siguiente leyenda Cherokee:
“Un indio anciano trataba de explicar a su nieto como dentro de todos nosotros habitan el bien y el mal, el amor y el odio. Y le dijo: `Dentro de cada uno de nosotros, en muchas ocasiones, se libra una batalla entre dos lobos: Hay un lobo que se muestra disconforme con todo y todos: es irascible, egoísta, soberbio, celoso, resentido, mentiroso… Y hay otro lobo que busca la armonía con lo que nos rodea: es bondadoso, pacífico, generoso, humilde, compasivo, alegre, transparente,…´
El niño se quedó pensativo… y al rato, le pregunto: `Abuelo, ¿y quién de los dos lobos gana la pelea?´ Y el anciano sonriendo, le respondió: `Aquel que cada uno alimenta´”.
Ciertamente, ni la violencia ni la paz surgen de repente. Son alimentadas por cada persona en su nuestro interior. Si en nuestro interior cultivamos la humildad, el respeto, la amabilidad, la verdad, la justicia, la solidaridad, el perdón… nuestra convivencia tendrá muchas posibilidades de que discurra en un clima de paz.
La leyenda nos invita –además- a transmitir a las generaciones futuras esta necesidad de cultivar personalmente –en nuestro interior- las actitudes que hacen posible la paz social.

La fotografía corresponde a la cabecera de la Manifestación que tuvo lugar el pasado 25 de Noviembre de 2024 en Sevilla con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Ese día cientos de miles de mujeres participaron en las manifestaciones que se llevaron a cabo en las principales ciudades de nuestro país exigiendo que se ponga fin a la violencia de género en todas sus formas
Desde el año 2003 (año en que empezaron a registrarse los asesinatos por violencia de género) hasta este año pasado, 1.293 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Además, desde el año 2013 (en que se comenzaron a registrar los asesinatos por violencia vicaria) 65 niños y niñas han sido asesinados por sus padres, y 463 se han quedado huérfanos.
En nuestro país llevamos más de veinte años luchando contra la violencia de género. A pesar de los avances que se han dado en distintos campos (jurídico, policial, de trabajo social, etc.) el número de víctimas cada año sigue siendo similar. Esto demuestra la complejidad de la violencia de género. En ella intervienen antecedentes familiares, estilo educativo, salud mental, abuso de sustancias, factores socio-económicos,… Todos estos factores interactúan entre sí. Por todo esto, y para luchar contra la violencia de género, es necesario desarrollar una gran labor en el campo preventivo, y fortalecer el compromiso ciudadano y vecinal para que las personas y menores que sufren en el hogar violencia física o psíquica puedan sentirse protegidas.

La fotografía muestra a Irene Villa en 2023. Esta mujer, en 1991, contaba 12 años, e iba con su madre en coche al colegio, cuando sufrieron un grave atentado de ETA. Ella perdió las dos piernas y tres dedos de una mano; y su madre, una pierna y un brazo. Cada una fue evacuada a un hospital. Y cuando la madre medianamente repuesta, acudió a ver a su hija, le dio un consejo que a Irene le ha servido de mucho en su vida. Le dijo: “Hija, esto es lo que tenemos. Y con esto vamos a tener que vivir toda la vida. Tenemos dos opciones: Vivir amargadas, sufriendo, maldiciendo a los terroristas, que tienes todo el derecho del mundo, por lo que nos ha pasado. O decidir que tu vida empieza hoy, y que vas a luchar por tener la vida lo más parecida a la vida que tú tenías”. Y ella, con 12 años, le respondió: “Mamá, he nacido sin piernas”.
Irene estudió comunicación audiovisual y psicología. Y hoy, escribe libros, colabora con emisoras de radio y cadenas de televisión, ha competido con el equipo de esquí alpino paraolímpico, es madre de tres niños, e imparte conferencias en centros educativos y empresas. En 2019, ofreció una conferencia a profesores, padres y jóvenes en el Aula “Aprendemos Juntos”. Y en ella, dijo: “¿Quién no tiene algo o alguien a quien perdonar? Yo creo que el perdón es la base de tener una vida plena y feliz. Yo no perdono por ellos, por su tranquilidad. Yo perdono por mi felicidad, mi tranquilidad, mi paz interior, por estar bien conmigo misma. Cuando alguien te hace daño se crea como un hilo invisible que va de ti a esa persona que te ha hecho daño. Y, en cierta manera, sigues tu vida, pero te sigue doliendo. Y entonces tienes a esa persona, con ese vínculo, en tu casa, en tu trabajo, en tu vida diaria, en tu familia. Bueno, pues cuando tú le perdonas, ¿sabes lo que haces con ese hilo? Lo cortas, como con unas tijeras. Cortas ese vínculo con quien te ha hecho daño, y lo dejas ir. Y tú no te imaginas la liberación que resulta perdonar”.
El perdón es un valor humano muy importante; pues tiene una enorme dimensión social. En la convivencia familiar, entre los amigos, en el trabajo,… el perdón es como la sal en los alimentos: no se ve; pero se nota. Sin embargo, perdonar no es fácil… No aflora en nosotros de forma automática. Todos -alguna vez- hemos querido perdonar, y nos hemos dado cuenta que una cosa es querer y otra poder. Perdonar lleva su tiempo, y –además- hay que trabajarlo.
Hay personas que dicen: “Yo perdono; pero no olvido”. Perdonar y olvidar son cosas distintas. Lo uno no conlleva lo otro. Es más, si olvidamos algo que nos han hecho es porque a nuestros ojos no ha sido significativo.
El perdón impide que la violencia del otro se transforme en ira y rencor en nuestro corazón; y –además- nos permite caminar por la vida con paz y alegría interior.
¿Cómo podemos percibir el valor social del perdón?
Si miramos detenidamente la historia reciente de nuestro país todos podemos apreciar en ella algunos signos claros de esto:
- Pensemos en la apertura de corazón que la inmensa mayoría de los ciudadanos mostramos durante la transición democrática.
- Pensemos en la actitud serena mostrada por las familias de las víctimas de la violencia y el terrorismo. Ninguna se ha tomado la justicia por su mano, y se ha vengado.
- La violencia y el terrorismo han desgarrados muchos corazones. Es necesario mantener abiertos espacios que permitan a victimarios y víctimas encontrarse –si así lo desean-, y expresar su arrepentimiento y su perdón.
- Es necesario, también, trabajar el perdón dentro de cada uno. Iñaki Rekarte, que cumplió veintidós años de cárcel, renegó de ETA, y llevó a cabo todo un proceso de arrepentimiento, en 2015 escribió un libro en el que confesaba: “A veces, en la vida, más difícil que pedir perdón es perdonarse uno a sí mismo”.

La fotografía fue sacada en el centro de Barcelona en 2019 por el periodista Julio Carbo. Estaba escribiendo un artículo sobre los derechos de las personas discapacitadas a ser tratadas igual que los demás, y necesitaba una imagen para acompañar el texto. Salió a la calle… y de repente vio está imagen, y sin pensárselo dos veces la saco.
La imagen sobrepasa con creces el artículo que publico, y nos invita a pensar sobre las desigualdades crecientes que genera las sociedades avanzadas. Mientras unos pueden adquirir la cama que se muestra en el escaparate, y llevarla a su casa; otros, duermen en el suelo, en la calle. Todo esto tiene que ver con la cohesión social, y la construcción de la paz. Pero, además, la fotografía plasma el desajuste que existe entre una sociedad que se muestra más interesada en fabricar deseos que en responder a las necesidades de las personas. Y unas personas que aspiran a tener lo que el mercado les propone, aun cuando no logran cubrir sus necesidades básicas de subsistencia, protección, afecto, autorrealización y transcendencia.

La fotografía muestra a un niño durmiendo en un colchón rodeado de basura que flota en el río Pasig,en Manila (Filipinas). Este río había sido declarado biológicamente muerto en la década de los años 90, por una combinación de contaminación y desechos industriales que las comunidades vecinas echaban allí sin ningún filtro ni control. Un informe del año 2017 citaba este río como uno de los 20 ríos más contaminados del mundo. En 2018 el fotógrafo portugués Mário Cruz saco esta imagen, y declaro: “Hay tramos del río en los que la basura alcanza tal densidad que es posible avanzar caminando por encima de los desechos”.
Para alcanzar la paz necesitamos también reconciliarnos con nuestra “casa común”. La contaminación, el cambio climático, la escasez de agua potable, la pérdida de la biodiversidad… son algunos de los problemas que sufre la naturaleza por la violencia que le infringimos. Es indispensable abandonar la actitud de dominio y de explotación con que nos relacionamos con ella, y aprender a mirarla con unos ojos contemplativos que sepan descubrir su belleza, comulgar con sus energías y desarrollar sus posibilidades. Necesitamos urgentemente tomar conciencia de que no somos dueños del planeta; sino sus humildes cuidadores. De nuestros cuidados depende preservar su biodiversidad, y que las generaciones futuras puedan seguir viviendo en este lugar del universo del que formamos parte.

Esta fotografía del líder pacifista Mahatma Gandhi junto a sus sobrinas nietas fue tomada unos días antes de su asesinato, ocurrido el 30 de enero de 1948, en Nueva Delhi. La que esta de frente, Manu, fue testigo directo del magnicidio.
El asesino, Naturam Godse, seguidor del partido ultraderechista Mashabha, buscaba detener los esfuerzos de Gandhi por promover la paz y la unidad entre hindúes y musulmanes. A pesar de las advertencias que le hacían sus allegados ante un posible atentado, Gandhi siempre insistía en no renunciar a sus principios de no violencia y de tolerancia religiosa.
El asesinato conmocionó al mundo entero; y desde hace 60 años, cada 30 de Enero, se celebra el Día Internacional de la no-violencia, y de la paz.
La tarde anterior a su asesinato, Gandhi había hecho, en el mismo parque público al que se dirigía cuando fue asesinado, la siguiente plegaria:
Ya te sientas fatigado o no ¡oh hombre!,
no descanses.
No ceses en tu lucha solitaria,
sigue adelante y no descanses.
Caminarás por senderos confusos y enmarañados
y solo salvarás unas cuantas vidas tristes.
¡Oh hombre!, no pierdas la fe,
no descanses.
Tu propia vida se agotará y anulará,
y habrá crecientes peligros en la jornada.
¡Oh hombre! que soportas todas esas cargas,
no descanses.
Salta sobre tus dificultades
aunque sean más altas que montañas,
aunque más allá sólo haya campos secos y desnudos.
¡Oh hombre!, no descanses hasta llegar a esos campos.
El mundo se oscurecerá y tú verterás luz sobre él
y disiparás las tinieblas.
¡Oh hombre!, aunque la vida se aleje de ti,
no descanses.
¡Oh hombre!, no descanses;
procura descanso a los demás.
Conclusión
Como habrás podido observar todas las imágenes recogen un momento específico; pero al mismo tiempo nos ofrecen argumentos para trabajar a favor de la paz, aun cuando está puede parecer una fantasía poco probable.
