DOMINGO XX, TIEMPO ORDINARIO
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida

Lectura del santo evangelio según san Juan 6,51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
-Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Disputaban entonces los judíos entre sí:
-¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
-Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.

SALMOA 33, 2-3. 10-11. 12-13. 14-15
R/. Txastau egizue eta ikusi ze samur dan Jauna
Bedeinkatuko dot aldi oro Jauna,
nire ahoan beti haren gorapena.
Harro nago Jaunagaz,
entzun begie apalek eta poztu bediz. R/.
Izan Jaunari begirunea zuek, Hari sagaratuok,
ez jake-eta ezer falta begirunea deutsoenei.
Aberatsek ere ezagutzen dabe beharrizana eta gosea,
Jaunagana joten dabenei ez jake onik falta. R/.
Zatoze, seme-alabok, eta entzun:
Jaunari begirunea izaten irakatsiko deutsuet.
Nork ez dau bizia maite?
Nork ez dau luzaro bizi gura, zoriontsu izateko? R/.
Gorde mihina gaitzetik,
ezpanak engainu-berbatik.
Alde gaitzetik, egin on dana,
bilatu bakea eta lehiatu haren alde. R/.

REFLEXIÓN
Durante estos últimos domingos estamos haciendo una lectura continuada del capítulo 6 del evangelio de San Juan. Un capítulo que es conocido como “Discurso del pan de vida”. El discurso parte de una necesidad muy humana: el hambre. Después pasa a presentarnos una necesidad espiritual: el hambre de eternidad. Y este domingo, nos presenta la eucaristía como medio al que recurrir para aplacar nuestra hambre de eternidad. Y para subrayar esto, el evangelista pone por dos veces en la boca de Jesús esta frase: “el que come de este pan, vivirá para siempre”.
¿Por qué insiste en esto? ¿Qué pasaba en aquellas comunidades cristianas? Cuando el apóstol y evangelista escribe su evangelio se está produciendo en el seno de las comunidades cristianas evangelizadas por él una fuerte discusión. El motivo de la discusión es como entender y vivir la eucaristía. Para unos, la eucaristía es –únicamente- un rito. Para otros, en cambio, la eucaristía es una experiencia primordial. Es, por tanto, una discusión seria. Si la eucaristía se vive como un rito, se quedará en algo meramente externo. Más o menos emotivo y estético; pero que no afecta ni compromete la vida de quien asiste. En cambio, si la eucaristía se vive como un encuentro comunitario con Cristo, a quien se escucha, y con quien se quiere entrar en comunión, la eucaristía puede tocar y alterar la vida de quien participa. Por tanto, es una discusión importante; pues afecta al modo de vivir el cristianismo.
Considero que esta discusión no está superada. Cada cristiano/a, cada comunidad cristiana, cada generación, de una u otra manera, se pregunta: ¿Por qué acudo a la eucaristía? ¿Qué busco? ¿Qué me ofrece Jesús?
Pero es también un buen momento para dar gracias a Dios Padre por todas esas personas (los padres, abuelos, catequistas, maestros, religiosa, coro, grupo parroquial,…) que con su cecanía y ejemplo de vida nos acercaron a la eucaristía, y nos han ayudado a vivirla como un encuentro comunitario con Jesús.
Por otra parte, ayer el Centro de Investigaciones Sociológicas presentaba un estudio sobre la situación religiosa en nuestro país. Un primer dato importante: Comparando con otro estudio realizado hace treinta, el número de ateos se ha triplicado. Un segundo dato interesante: el estudio diferencia entre creyentes practicantes y creyentes no practicantes. Esto permite comparar el presente estudio con otro realizado hace treinta años, y apreciar el “gran deslizamiento” se ha producido en el grupo de personas que un día se consideraron creyentes no practicantes, y que hoy se confiesan indiferentes, agnósticos o increyentes. ¿Cómo se producido este “gran deslizamiento”? Ha sido un proceso desarrollado a lo largo de años, y que presenta diversos puntos de inflexión. Paso a exponer los más significativos:
- La situación de la persona creyente no practicante va evolucionando con frecuencia hacia un alejamiento progresivo de la Iglesia. El que no practica, se siente menos integrado en la comunidad cristiana. Mira cada vez más a la Iglesia desde fuera, y la entiende menos. Así, resulta fácil llegar a la postura: “Creo en Dios, pero paso de la Iglesia”.
- Poco a poco, esa fe mal cuidada y peor alimentada va perdiendo fuerza para orientar la propia vida, y la persona se organiza desde otros postulados, y opciones: “Yo no hago daño a nadie. ¿Para qué necesito algo más?”.
- Puede llegar un momento en que la persona puede perder la fe en su sentido más estricto, y cuando le pregunten si es creyente, responda: “No sé si creo o no. Tal vez, haya algo”.
- Esta indiferencia y apatía religiosa puede seguir creciendo hasta el punto de que la persona se acostumbra a vivir sin Dios. Dios no le interesa ni tan siquiera como interrogante.
Ante el descenso de fieles, los creyentes tenemos la obligación de preguntarnos por qué y ponernos a trabajar. Ciertamente, no podemos actuar con los criterios de una multinacional; pero podemos analizar seriamente nuestras opciones pastorales, y ensayar nuevas plataformas pastorales, nuevos formatos de catequesis y formación, nuevas maneras de acoger y acompañar a los más desfavorecidos…
Jesús: Que este encuentro semanal contigo -en la eucaristía- nos llene de tu vida para poder afrontar con entrega y alegría nuestras tareas y responsabilidades diarias.
Por Mikel Martínez

OTOITZA
Hambre de ti
Hambre de Ti nos quema, Muerto vivo,
Cordero degollado en pie de Pascua.
Sin alas y sin áloes testigos,
somos llamados a palpar tus llagas.
En todos los recodos del camino
nos sobrarán Tus pies para besarlas.
Tantos sepulcros por doquier, vacíos
de compasión, sellados de amenazas.
Callados, a su entrada, los amigos,
con miedo del poder o de la nada.
Pero nos quema aún tu hambre, Cristo,
y en Ti podremos encender el alba.
Pedro Casaldáliga